domingo, 2 de enero de 2011

Inesperadas felicitaciones

La vida pasa y cada día puede ser único y diferente para cada habitante de la Tierra. Pero hay festividades que tratan de homogeneizar sentimientos y pensamientos. La más destacada de ellas es, sin duda, la Navidad. En estas fechas, a todos nos deben aflorar los buenos sentimientos y, por unos días, son muchos los que intentan mostrar la mejor versión de sí mismos (no siempre se consigue, pero se intenta).

Esta teoría parece explicar por qué me invade el sentimiento de tristeza cuando recuerdo a la persona que más daño me ha hecho en mi vida y que he conseguido eliminar definitivamente de mi vida hace sólo unos pocos meses. Casi tres años más tarde tengo que confesar que sigo sintiendo rencor y estos días ese sentimiento no está muy bien visto. Eso podría explicar por qué me sorprendo a mí misma felicitándole el año. ¿Hipocresía? No, sólo busco la paz conmigo misma y con los demás. Eliminar el rencor es un pequeño paso en este camino que se presenta arduo pero prometedor.

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